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Nadan Dos Chicos

Traducción de
Antonio Rivero Taravillo

Pre-Textos, Valencia, 2005
ISBN: 84-8191-677-3

“En resumidas cuentas, una novela redonda, honda, sugerente, llena de sentido, bien armada y mejor escrita cuya extensión esta vez sí que se agradece porque cuando el talento literario se extiende, uno desea que no acabe nunca.”
José María Guelbenzu, El Pais

“Jamie O’Neill ha escrito una obra de gran ambición literaria. Su novela es un fresco en el que la relación amorosa entre dos muchachos se proyecta sobre la rebelión nacionalista irlandesa de 1916.”
El Pais “El Libro de la Semana”

Spanish cover

Descriptión

Ambientada en Dublín, en el año previo a la Pascua de 1916, el momento crucial del levantamiento de los irlandeses contra el gobierno británico; Nadan dos chicos cuenta la historia de amor de dos muchachos. Jim es un estudiante ingenuo y reservado, el hijo pequeño de Mr. Mack, un presuntuoso aspirante a tendero. Doyler, un diamante en bruto, es hijo de un viejo compañero de armas de Mr. Mack. Doyler podrÍa haber tenido la misma vida que Jim pero sus padres lo obligaron a trabajar mientras ideas blasfemas, socialistas y revolucionarias, bullÍan en su cabeza. El padre de Jim está seguro de que el futuro le sonrÍe. Su hijo mayor está luchando en el ejército y tiene planes ambiciosos para Jim y sus negocios. Pero Mr. Mack no alcanza a ver que el paisaje está cambiando, ni se da cuenta de la creciente amistad entre su hijo y Doyler. Junto al acantilado donde suelen ir los hombres a bañarse, los dos chicos se encuentran dÍa tras dÍa. AllÍ sellan un pacto: Doyler enseñará a Jim a nadar y en el transcurso de un año alcanzarán a nado, atravesando la bahÍa, el distante faro de Muglins Rock, y reclamarán la isla para sÍ.

Nadan dos chicos ha sido una auténtica revelación en Inglaterra e Irlanda por su magistral retrato del conflicto que ha perseguido a Irlanda durante siglos. Peter Ackroyd ha llegado a decir que "la música de la prosa de Jamie O’Neill ha creado una nueva sinfonÍa irlandesa, mientras que otros crÍticos no han dudado en señalarlo como el sucesor natural de James Joyce, Oscar Wilde, o Flann O’Brien. Esta novela no sólo es una tierna y trágica historia de amor, sino también un relato sobre personas atrapadas en la marea de la historia, en un lugar y una cultura a la vez desconocidos e inolvidables.

Jamie O’Neill nació y se educó en un pueblo del condado de DublÍn y tras una larga temporada en Inglaterra, regresó a Irlanda. ésta es su tercera novela, a la que le dedicó diez años, años en los que trabajó como celador en una ins­titución psiquiátrica de Londres.

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El Pais

9 de julio de 2005. El Libro de la Semana

Una pasión con fondo de guerra

Jamie O’Neill ha escrito una obra de gran ambición literaria.
Su novela es un fresco en el que la relación amorosa entre dos muchachos
se proyecta sobre la rebelión nacionalista irlandesa de 1916.

Dar con una gran novela de un autor estrictamente contemporáneo es cosa tan rara como verdaderamente estimulante. Eso es lo que sucede con esta Nadan dos chicos, de Jamie O’Neill, irlandés nacido en 1962 que es, sin la menor duda, un escritor fuera de serie. Sobre la novela planean tres sombras literarias irlandesas convocadas por al autor. La de Flann O’Brien (At swim two birds) aparece ya en el mismo tÍtulo original: At swim two boys. La de James Joyce corre, rigurosa y libremente asimilada, por todo el libro e incluso a veces con reconocimiento explÍcito, como sucede en el capÍtulo décimo. La de Oscar Wilde aparece como homenaje y referencia vital.

Ya desde la primera página la calidad y variedad de los recursos expresivos se manifiestan sin el menor pudor. Hay un narrador apenas perceptible que se mezcla con las voces y pensamientos de los personajes en tercera o primera persona, incluso en el mismo párrafo; hay diálogos objetivos que se entreveran como monólogos interiores; hay un notabilÍsimo empleo de las mezclas de tiempos sin recurrir al flash-back, pues se producen en el mismo plano narrativo sin solución de continuidad; lo mismo sucede con los tiempos verbales en la misma frase si es necesario (por ejemplo: "Pasó la página. AquÍ está"); las voces son muy sonoras y definidas, tanto populares como cultas, y reflejan y diferencian personajes y actitudes, estamentos y pensamientos, con claridad y precisión; las imágenes literarias son concisas y se usan sin abuso, poseen convicción y un sugerente poder de sÍntesis (por ejemplo: "La nena dio un bostezo con forma de huevo mientras la puerta de la tienda se cerraba tras ella. El hogar, dijo el tintineo")... En fin, lo que corresponde a un escritor hecho y derecho y, por ello, dispuesto al riesgo.

La novela está muy bien concebida y estructurada a pesar de su extensión. Hay dos lÍneas paralelas aunque de distinta importancia; la primera desciende desde el personaje Scrotes, invocado por MacMurrough, a éste y de éste a los dos chicos, Jim y Doyler. La segunda mantiene en equilibrio dramático a estos dos chicos con sus padres, Mack y Mick. Como toda gran novela contemporánea, lo que ésta narra es la historia de un movimiento de conciencia, pero es un movimiento que afecta a los dos ejes antes mencionados, es decir: es un movimiento quÍntuple (son cinco personajes, dos de los cuales pertenecen a ambos ejes) que está muy bien ensamblado gracias a la estructura del relato. Pero es que, a su vez, la historia se desarrolla en un doble campo: el personal y el nacional. Estamos en 1915 y 1916 en Irlanda. Es decir, en plena Primera Guerra Mundial y, además, en los preparativos y estallido del levantamiento de los irlandeses contra el Gobierno británico, que se cumplirá al final del libro. La mirada de O’Neill trabaja desde los dos chicos y sus circunstancias personales, aunque también se ocupa cuidadosamente de trazar el resto de los caracteres principales y lo importante es que, a medida que la relación entre los dos chicos va avanzando y arrastrando con ellos a las demás individualidades de la historia, el campo social se va dejando ver cada vez más ampliamente; primero, como estampa de fondo, después como escenario complejo y, finalmente, como un gran fresco en el que los personajes no sólo no pierden nitidez sino que alimentan con su pensamiento, su conciencia y su evolución ese fresco nacional. Sólo entonces podrá introducirse el autor, sin miedo a difuminar personaje alguno, en la rebelión nacionalista irlandesa de la semana de Pascua de 1916.

La historia central es la relación homerótica de los dos chicos, contada con pausa, elegancia y verismo. O’Neill marca tres escalas: la de Scrotes, asÍ llamado por McMurrogh, un viejo profesor oxoniense ya fallecido que inició a MacMurrogh en la homosexualidad y que representa la parte más turbia, marginal y escondida del deseo; de ahÍ baja a MacMurrough, condenado en Londres como Wilde y devuelto tras dos años de prisión a Irlanda, un hombre atormentado a medio camino entre la conciencia y la corrupción y, finalmente, Jim y Doyler, que, en distinto grado, poseen la inocencia del descubrimiento del amor. Esta escala vertical se cruza en muchos puntos de su extensión con los padres, la tÍa de Mac, la novia del hermano de Jim cuya ausencia es harto valiosa expresivamente, la impagable tÍa Sawney y algunos más. Incluso dirÍa que no hay secundario que falle porque todos, aunque lo sean por un par de pinceladas, están muy bien definidos. El conjunto del cuadro es realmente impresionante.

Está también Irlanda. El catolicismo irlandés y el peso de la Iglesia católica sobre la sociedad hará muy sugestiva la lectura del libro para los lectores españoles, más especialmente para los que hayan conocido los años del nacionalcatolicismo hispano. La carga satÍrica de O’Neill es fuerte, pero precisamente por satÍrica atempera la tentación de ridiculizar y permite desplegar una realidad contundente. "Nuestra lengua materna", dice el padre Taylor, convertido en O’Táighléir por las circunstancias patrióticas, "que no puede hablar si no es para alabar a Dios" no es obstáculo para que lo irlandés vaya surgiendo de los personajes como asunto complejo y plural mientras el deseo de libertad e independencia, lineal, unÍvoco, se compadece con la equivocidad de las personas concretas. De resultas, la visión de Irlanda se aleja fecundamente del simplismo nacionalista sin perder un ápice de su deseo de integridad nacional. En resumidas cuentas, una novela redonda, honda, sugerente, llena de sentido, bien armada y mejor escrita cuya extensión esta vez sÍ que se agradece porque cuando el talento literario se extiende, uno desea que no acabe nunca.

José MarÍa Guelbenzu

Cuando el amor dice su nombre

El defecto más caracterÍstico de las novelas de contenido homosexual es que suelen moverse en un espacio afectÍvo exclusivamente homosexual, lo que las convierte en una especie de novelas-gueto en las que sólo es posible deseable esa clase de amor e ignora cualquier otra, como si se tratara de una venganza de la marginación social a que se ve sometido.

Ya las expresiones "amor oscuro" o "amor que no puede decir su nombre" son suficientemente expresivas. Es un defecto por reducción que, en el campo de la ficción, de lo literario, se convierte en una limitación. Pero no sucede con ésta, y eso que el ámbito afectivo amoroso es estrictamente homosexual y no asoma otro sentimiento amoroso a lo largo de sus ochocientas páginas. Y no lo es porque no solamente O'Neill trata el asunto con una naturalidad expresiva que no excluye el realismo y con una convicción que excluye cualquier simpleza, sino que la relación entre emoción y pensamiento está perfectamente medida, con lo que se eleva sobre cualquier reduccionismo y lo que alcanza es el amor sin prejuicio ni procedencia.

Y no solamente eso: además lo levanta y universaliza también gracias a una intuición genial, la de integrar la lucha por la dignidad y la independencia nacional con el orgullo de ser homosexual. En estos dÍas en que la cerrazón parece aflorar en muchas cabezas hispanas tan católicas como las de la Iglesia irlandesa de este libro, creo que su lectura, además de felicidad literaria, puede proporcionar entendimiento y reflexión, que son virtudes siempre recomendables para cultivar y desarrollar las relaciones entre las personas.

J. M. G.

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El Pais

18 de julio de 2005

Entrevista: Jamie O’Neill, Escritor

“Joyce siempre murmura al oÍdo de cualquier escritor irlandés”

Jamie O’Neill describe su felicidad como algo atado a la escritura. Después de una serie de precipitados infortunios que le llevaron a encontrarse, de un dÍa para otro, sin su pareja, sin la casa donde vivÍa y vÍctima de la prensa sensacionalista, el autor de Nadan dos chicos (Pre-Textos, 2005) se ha convertido en el escritor más cotizado de Irlanda. O’Neill pasó 10 años escribiendo su novela en la solitaria nocturnidad del trabajo que consiguió como portero en un hospital psiquiátrico. Mientras sus compañeros se entregaban al consuelo catódico, él marcaba los surcos de su recuperación en las páginas que le acompañarÍan durante una década. Ahora, desde su sosegada existencia, O’Neill repasa algunos aspectos de su vida y de la obra que le ha permitido volver a disfrutarla.

Pregunta. ¿Cómo ha cambiado su vida después de esta novela?

Respuesta. Radicalmente. RecibÍ un enorme adelanto de mis editores, y ese dinero me ha permitido regresar a Irlanda, un paÍs maravilloso pero difÍcil para el artista que trata de sobrevivir. Mi casa, en el campo de Connemara, abarca un acre de naturaleza salvaje, donde las moras y las frambuesas crecen silvestres. AsÍ que, cuando me pregunto acerca de los frutos de la literatura, pienso en mi casa, la primera que he poseÍdo, y sonrÍo.

P. Reconocerá que en el tiempo que vivimos es heroico, o cuanto menos, arriesgado, escribir una historia en casi 800 páginas. ¿Era necesario?

R. Una historia dicta su propia longitud. QuerÍa explorar el alma de mi nación a través del amor entre dos chicos. Dos chicos que, en su amistad, descubren su paÍs, la libertad de un paÍs por la que merece la pena luchar. No haces eso en seis meses o en 200 páginas. Al menos yo. Lo heroico y muy arriesgado fue vender los derechos del libro antes de acabarlo; como esos editores empezaron a hacer demandas poco razonables, compré de nuevo los derechos de la novela. SabÍa dónde querÍa llegar con la historia y estaba decidido a que nadie interfiriese en mi visión.

P. ¿Cómo le sienta que se compare Nadan dos chicos con el Ulises de Joyce? ¿Cómo ha influido dicho autor en su obra?

R. Me temo que Joyce está siempre murmurando al oÍdo de cualquier escritor irlandés. Especialmente si, como en el caso de Nadan dos chicos, la novela está ambientada en la misma época y en el mismo lugar: la torre de Joyce, donde Ulises empieza, aparece en mi segundo capÍtulo; además, la mayorÍa del libro está centrada en Forty Foot, pero es que es ahÍ donde crecÍ. QuerÍa que el libro tuviera esa dimensión personal.

P. ¿Cómo influyó la muerte de su pareja en la creación de la novela?

R. La apariencia siempre engrandece la realidad. Después de la muerte de mi pareja [Russell Harty, un conocido presentador de la BBC con el que O’Neill llevaba años conviviendo y tras la muerte del cual fue objetivo durante meses de la prensa sensacionalista], me vi a mÍ mismo sumido en un terrible pesimismo: perdido, hasta que me encontré con la voluntad de escribir una novela, una historia profunda que me devolviera (a la persona y no al escritor) al tiempo y al espacio. Hasta entonces, siempre que me preguntaban si era irlandés, respondÍa que era gay. Ahora tendrÍa que responder afirmativamente.

P. Estuvo escribiendo el libro durante 10 años mientras trabajaba en el turno de noche de un hospital psiquiátrico. ¿Qué recuerda de aquello?

R. Por la noche, en el hospital, no se requerÍa mucho más que mi presencia. Los otros porteros miraban la televisión. Yo decidÍ escribir una novela. Fue como recibir una beca de la Seguridad Social.

P. ¿Cuál es la relación que existe en su libro entre el despertar del amor hacia la patria y el despertar de la sexualidad en un chico?

R. Bueno, espero que no sea la única relación que el libro refleja, pero el punto crucial aparece a las tres cuartas partes de la novela, cuando a Jim (uno de los chicos) se le pregunta: "¿Qué es Irlanda que hace que queramos luchar por ella?". Y él responde: "Es Doyler (el otro protagonista del libro)". Doyler es su paÍs. Es una cuestión de nacionalismo más basada en a quién quieres que en el lugar donde has nacido.

P. ¿Por qué eligió el año previo al levantamiento de Pascua de 1916 como el contexto histórico de su novela?

R. El levantamiento es el alma de Irlanda. Marca el nacimiento de la modernidad de mi paÍs. Un extraño nacimiento que se ha descrito justamente como "el triunfo del fracaso".

P. ¿Qué le parece el punto de vista que el también irlandés Seamus Heaney mantiene con respecto a la conveniencia de hablar del conflicto irlandés fuera de sus textos? ¿Cómo ve el conflicto hoy en dÍa? ¿Cree que existen similitudes con la relación que mantiene España con Cataluña o el PaÍs Vasco?

R. Yo no siento un odio sin sentido hacia Inglaterra. Los ingleses son nuestros vecinos, nuestros compañeros en Europa. Inglaterra me acogió cuando mi paÍs tenÍa poco espacio para mÍ. Me dio trabajo, seguridad social y me abrió sus librerÍas, museos y galerÍas. No podrÍa ser ingrato con eso. Personalmente pienso que es la cultura y no la nación lo que cuenta. Si una cultura requiere su propio gobierno para asegurar su correcto desarrollo, entonces esa cultura debe tenerlo.

P. Escribió esta novela cinco años atrás. ¿Está trabajando en algo nuevo?

R. La broma que circula entre mis amigos es que lo único que escribo últimamente es mi nombre en los cheques. Me encantó escribir Nadan dos chicos, y si vuelvo a escribir, quiero que sea una cuestión de amor, de absorción, de palabras que luchan para ser dichas. El lugar más bonito para mÍ no es DublÍn o Galway, Irlanda o España: es estar en medio de un párrafo. En un autobús yendo a casa cuando la última frase todavÍa suena en tus oÍdos, y nada importa más que colocar bien un adverbio. Siempre a la búsqueda. ésa es mi felicidad, la escritura.

Daniel Verdú

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La Razón

29 de julio de 2005

Donde la lluvia no es lluvia

Desde el centro de DublÍn, en perpendicular al rÍo Liffey, un futuro viajero podrÍa ir caminando por O’Connell Street hacia el norte, sintiendo esa fina y persistente lluvia tan frecuente en Irlanda –o como dice William Saroyan en uno de sus cuentos: «La lluvia era tan fina que ni siquiera parecÍa lluvia»–, y llegar hasta el Museo de Escritores Irlandeses. Quizá cuando ya no existamos, ese visitante entre en sus preciosas salas y vea un panel dedicado a Jamie O’Neill (Dun Loghaire, 1962) porque un dÍa éste se planteó un gran desafÍo titulado «At swim, two boys», en un claro homenaje a la primera obra de uno de sus maestros, «At swim two birds» (1939), de Flann O’Brien.

Precisamente, O’Neill hizo una introducción a «The Various Lives of Keats and Chapman», libro que el humorÍstico autor llamó «estudios de patologÍa literaria» desde su columna del «Irish Times», periódico a su vez de gran importancia simbólica y sociológica dentro de «Nadan dos chicos», en la lÍnea de retratar los arquetipos de las clases sociales dublinesas. Y al leer, pensar, ordenar las ideas, uno advierte que el mundo de los vivos y los muertos es circular, se interconecta: tras recordar una sencilla frase de Saroyan a propósito de la lluvia celta, al revisar la edición de «El tercer policÍa», la novela que O’Brien no vio publicada en vida, aparece al final una carta que el irlandés le enviara al armenio-californiano en 1940 hablando de dicha obra. Y sigue el cÍrculo: cuentan que, a O’Brien, Joyce le leÍa con lupa –fue operado de la vista más de una decena de veces–, y yo afirmo sin aportar pruebas que Joyce, al margen de la alusión a la Torre Martello de Sandycove al comienzo, está presente en el texto de O’Neill; tal vez por una intuición común a cualquier joyceano, tal vez por cosas obvias: el ambicioso estilo indirecto libre, la vivaz agilidad en los diálogos con un toque de sátira, la penetrante crÍtica al ciudadano dublinés, con sus rarezas, miedos, cobardÍas, aprisionado en un mundo religioso y previsible, hogareño y callejero a partes iguales.

Los años 1915-1916, cuando Joyce publica desde Trieste «Dublineses» y «Retrato de un artista adolescente», cuando Yeats pasa el invierno con Pound en una casa de campo inglesa y al año siguiente escribe el poema «Easter 1916», conforman el marco temporal de «Nadan dos chicos»; es decir, nos hallamos en plena Gran Guerra y en las fechas del levantamiento que llevarÍa a Irlanda a la independencia. La novela, en versión de Antonio Rivero Taravillo — traductor, de O’Brien y Pound, responsable de «Antiguos poemas irlandeses» (Gredos, 2001), participante del precioso librito «Cien años y un dÍa: Ulises y el Bloomsday» (Fundación José Manuel Lara, 2005)–, cuenta, por un lado, la historia de dos hombres ex colegas de ejército ahora enemistados: el tacaño Mack y el envidioso Doyle; y por el otro, la de sus hijos, Jim y Doyler, que vivirán un delicado, cuando no sensiblero y progresivo, amor adolescente.

Con este telón de fondo tan rico pero tan recurrente –es un libro lleno de riesgos: por su punto de vista narrativo, su extensión descomunal, el ambiente infinitas veces retratado–, O’Neill tiene la habilidad para no sucumbir a una mera recreación histórica, como hizo su compatriota Roddy Doyle con «Una estrella llamada Henry», en una terrible intención de rebajarse al best-seller de novela histórica más propio de un guión de cine tipo «Michael Collins» que a un relato literario. En el caso que nos ocupa, se trata de literatura pura y dura, aunque dentro de un contexto: «Era el amanecer de una nueva Irlanda. Pues era en verdad cierto: las dificultades de Inglaterra son oportunidades para Irlanda» (pág. 45), afirma la burguesa MacMurrough, contraste de la humilde tÍa Sawney, que abronca de continuo al rácano Mack.

La narración irá adquiriendo un carácter más polÍtico a medida que se acerque la Pascua de 1916 y sigamos a Doyler, que ingresará en el clandestino Ejército Ciudadano, descubramos al Sinn Fein y veamos cómo el romance juvenil se pierde entre la frustración y la esperanza. O’Neill equilibra lo social y lo Íntimo, lo real y lo ficticio, y quizá un proyecto de tan elevada aspiración literaria le merezca unos centÍmetros de inmortalidad en el Dublin Writers Museum. Por si acaso, saludos para el visitante del futuro, que bajará O’Connell Street hacia el rÍo, sintiendo la lluvia que casi no es lluvia, mirando de reojo, al cruzar Earl Street North, la simpática estatua de Joyce, el hombre exiliado que en esos años representó el romanticismo gris de una época marcada por el fin de la Europa hasta entonces conocida.

Toni Montesinos

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El Mundo

29 de diciembre de 2000

De portero de noche a escritor de éxito: Una editorial británica ha pagado al desconocido Jamie O’Neill 70 millones de pesetas por una novela.

Los milagros todavía existen. Y a Jamie O’Neill le acaba de tocar el premio gordo de la lotería literaria. Juzgue usted si no: hasta antes de ayer, este irlandés de 39 años no era más que el oscuro portero de noche del Hospital mental Cassel, en Londres. Ahora, O’Neill es un escritor de la talla de Joyce o Beckett, a decir de los críticos, y todo un señor millonario.

La editorial Simon & Schuster acaba de pagar a este desconocido autor más de 250.000 libras (cerca de 70 millones de pesetas) como adelanto por los derechos de publicación en el Reino Unido de una novela. Las ventas del libro en Estados Unidos y en todo el mundo, así como su previsible adaptación posterior al cine, dejarán en la cuenta de O’Neill un saldo cercano al millón de libras, unos 275 millones de pesetas. Eso, tirando por lo bajo. Los cálculos más optimistas hablan incluso de 2,5 millones de libras esterlinas; al cambio, 675 millones de pesetas, aproximadamente.

El milagro se llama At swim, two boys (en castellano algo así como Dos chicos, al nadar). Es una novela de 200.000 palabras que Jaime O’Neill ha tardado 10 años en escribir. Durante todo ese tiempo, la vida de O’Neill ha girado única y exclusivamente alrededor de su obra. Con tanta disciplina como frugalidad, el autor se levantaba cada día de la cama en su pequeño apartamento alquilado del oeste de Londres, escribía, comía, escribía, acudía a su trabajo y, dentro de la pequeña recepción del Hospital residencial Cassel, seguía escribiendo al amparo de la noche, con el ordenador portátil colocado sobre sus rodillas. Así un día tras otro, durante 10 años.

Cena exclusiva
Pero la recompensa por tanta entrega y dedicación ha terminado por llegar. Jamie O’Neill festejaba hace sólo unos días en el exclusivo y elegante restaurante Ivy, en Londres, el cheque que la editorial Simon & Schuster le hacía llegar como adelanto por los derechos de publicación de su obra en Gran Bretaña. Acostumbrado a su salario de 54.000 pesetas a la semana (en una ciudad como Londres, donde una barra de pan cuesta 200 pesetas y un viaje en metro, 325 pesetas) el escritor tiró la casa por la ventana al ver los muchos ceros del cheque que le enviaba la editorial: se fue al Ivy y pidió champaña.

Frente a los dos lustros que O’Neill ha tardado en escribir su novela, la editorial Simon & Schuster, sin embargo, ha necesitado menos de una semana para decidir que quería el manuscrito a casi cualquier precio. Jamie O’Neill ya ha conseguido erigirse como el autor irlandés que recibe el anticipo más alto pagado nunca.

«La verdad, no dejo de pensar en qué podría gastarme el dinero, pero no se me ocurre nada», declaraba hace unos días el recién estrenado millonario. «Supongo, al menos, que mi madre podrá operarse de la rodilla antes de lo que ella esperaba», añadía impertérrito este irlandés nacido en Dun Laoghaire, una localidad cercana a Dublín, en una casa en la que no existían los libros y donde hasta los 19 años no leyó su primera novela: Ivanhoe.

Nosotros aún tardaremos también un tiempo en leer la suya. Hasta septiembre del año que viene, At swim, two boys no estará en las librerías del Reino Unido. Se sabe, sin embargo, que la novela cuenta los amores entre dos chavales en el Dublín de 1916, estableciendo una relación explícita entre nacionalismo y despertar sexual. Los críticos ya andan diciendo que el de O’Neill «es un libro dolorosamente hermoso». Así lo definía recientemente Ian Chapman, editor de O’Neill, el hombre que hizo llegar At swim, two boys a la editorial Simon & Schuster. «Es el manuscrito que más me ha emocionado de todos los que he leído en los últimos años», sentenciaba.

Ante todo esto, el autor ha dejado su trabajo como portero de noche del Hospital Cassel para enfermos mentales y planea regresar a su Irlanda natal, de la que salió en 1982... Pero una cosa está clara: durante todo el tiempo que O’Neill lleva asentado en tierras británicas, su existencia ha estado marcada por un nombre, el de Rusell Harty.

O’Neill llevaba ya un par de años viviendo en el Reino Unido cuando, un día, conoció a Harty, famoso presentador de un magazine televisivo. Los dos se gustaron, intimaron y, poco después, se convirtieron en pareja. Jamie, por aquel entonces un jovencito de 21 años, se trasladó a vivir con Harty a la casa de campo que este último poseía en Giggleswick, en Yorkshire.

Dos únicas novelas
Allí, en medio de la bucólica naturaleza, O’Neill escribía, alentado siempre por Harty. De aquella época datan las dos únicas novelas que, hasta ahora, se le conocían al irlandés: Disturbance y Kilbrack, publicadas ambas -aunque con poco éxito, todo hay que decirlo- por la editorial Weidenfeld. Seis años duró la historia de amor entre O’Neill y Harty. La relación entre ambos se rompió en 1988 con la inesperada muerte de la estrella televisiva.

El escritor no sólo quedó destrozado por el fallecimiento de su pareja sino que, además, tuvo que vérselas con la prensa sensacionalista, deseosa de conocer hasta el más mínimo detalle de la vida íntima de Harty. Cómo sería la cosa que los padres de Jamie O’Neill se enteraron de que su hijo era gay tras ver su foto en la portada del Sunday Mirror. Y, para terminar, la familia de Harty no tardó mucho en dejar al escritor en la calle. El creador tenía entonces 27 años.

«Durante un tiempo, necesité tratamiento psicológico», admitía recientemente O’Neill en declaraciones a la prensa británica al recordar aquel trágico periodo de su vida. «Todavía hoy sigo soñando intensamente con Russell. Sin él no sólo perdí una parte de mi corazón, sino que perdí toda una forma de vida», reconocía.

Tuvo que empezar desde el principio. Se instaló en Londres, comenzó a trabajar de portero de noche en el Hospital Cassel para enfermos mentales y, aunque al principio se sentía incapaz de enfrentarse al folio en blanco, poco a poco logró volver a escribir. Esta vez, además, sin presiones, Fue así como surgió At swim, two boys.

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